“Ya se las apañarían para pagar las facturas” se dijo a sí misma. Madre soltera y sin trabajo, Paola sabía que ni su entorno ni la sociedad aceptarían esa relación. Sin embargo a ella le daba igual. Se amaban con locura. La decisión estaba tomada. Como cada mañana durante los últimos ocho meses, dejó a los niños en el colegio y se dirigió al cajero que hay al lado de su casa. Ahí estaba él. Acurrucado en sus cartones pero como siempre, aseado y perfumado. Ella se agachó y le dijo: “hoy es el día, nos vamos a casa amor mío”.